Quienes Somos
Quienes nos expresamos en este sitio web estamos convencidos de la necesidad de vincular el pensamiento, la reflexión, el ensayo y la práctica docente, con las condiciones reales de la existencia como personas y partes del pueblo al cual pertenecemos. El destino de cada persona está atado al del pueblo, de la misma manera que el de nuestra Patria lo está al destino de la Patria Grande latinoamericana.
Antes que intelectuales, profesore/as, escritores y escritoras, nos consideramos gente del pueblo, compañeros y compañeras. Si nos dedicamos al estudio, al conocimiento y muchos de nosotros a la docencia en sus diferentes niveles educativos, es porque creemos en las trincheras de ideas -al decir de José Martí- y en la necesidad de ejercer la crítica del colonialismo cultural que, como decía Carlos Marx, son las ideas de la clase dominante en la sociedad.
En los últimos años nuestro pueblo ha vivido una intensa etapa de importantes avances, pero también de lamentables retrocesos; del peronismo al macrismo. Los aquí participantes, con la vocación de apoyar activamente las luchas de nuestro pueblo, tanto en épocas de avances como en las de resistencia. Nos reunimos, desde 2003 al menos, en el Centro Cultural Enrique Santos Discépolo bajo la dirección de Norberto Galasso. Éste, el centro cultural, había sido fundado en 1997 y continuaba la tradición política y cultural del Centro Cultural Felipe Varela, que animaba debates en los tiempos alfonsinistas y menemistas. Allí concurrieron con ánimo militante, crítico y de compromiso con la causa de la liberación nacional, compañeros y compañeras provenientes de la izquierda nacional, de la vieja resistencia peronista y de la mejor expresión progresista del campo nacional y popular. Para nombrar algunos, por el Discépolo pasaron Guido Chávez, Graciela Gorenberg, el Negro Coria, León Pomer, Carlos Chaves, Eduardo Vaianella, Tito Ateiro, Carlos Berman, Horacio Chitarroni, Lydia Pallavicini, Lido Iacomini, Ana Lorenzo, Alejandro López, Horacio Scheines, Carlos Flaskamp, Maximiliano Molocznik, Germán Ibañez, y una larguísima lista de queridísimas personas.
Norberto Galasso no necesita presentación, pero su condición de militante, intelectual, pensador con la raíz en el pueblo y la cabeza en las ideas de la gran revolución nacional y latinoamericana, se erige con una obra tan vasta como extraordinaria, para escribir la historia desde la perspectiva de la clase trabajadora, y afirmar las bases de un pensamiento para la unidad regional.
Desde allí, también participamos activamente en la Corriente Política Enrique Santos Discépolo, desde donde integramos el periódico Señales Populares, de más de diez años de publicación, y en el Centro de Estudios Históricos y Sociales Felipe Varela.
Con su decidido apoyo, un centenar de compañeros y compañeras conformamos un colectivo intelectual desde donde nos dimos a la tarea de la difusión de ideas para debatir, aprender y pensar juntos la historia, la realidad nacional y latinoamericana, por medio de decenas de cursos, seminarios, charlas, publicaciones, en sindicatos, universidades, unidades básicas, centros culturales y de organizaciones sociales, políticas y de base.
En cada uno de esos espacios, aprendimos, estudiamos y debatimos cuestiones de nuestra Argentina y de la Patria Grande: la política, la historia, la cultura, la economía, la geopolítica y la difícil tarea de la emancipación social y la liberación nacional. Y nos organizamos para acompañar al pueblo en sus luchas, en la etapa de avances y progresos recorrida entre 2003 y 2015, y el furibundo retroceso padecido desde diciembre de este año hasta 2019, cuando, nuevamente, nos disponemos a transitar el camino de recuperación nacional y popular.
Se trata de abonar la capacidad de pensar en nacional, es decir la tierra desde la cual pisar fuerte con una posición antiimperialista y de liberación social, ligada a nuestra realidad concreta. Nacional pero no nacionalista, universal pero no universalista como cuando se asume servilmente las ideologías de los centros imperiales. La crítica del colonialismo cultural es la crítica de la cultura dominante y del poder concentrado y proimperialista, sea bajo la forma de nacionalismo conservador o liberalismo abstracto y antinacional enajenado de nuestras realidades. Las ideas sirven para entender la realidad y transformarla progresivamente, o no sirven sino más que para huir de ella. La fuga de la realidad del país ha sido el ejercicio más practicado por los ámbitos académicos y de una intelectualidad que se siente más cómoda pensándose como extranjeros en su país.
Los ciclos de revolución y contrarrevolución en el país, exige un compromiso activo y constante, La situación del país sólo puede comprenderse mediante una percepción atenta y precisa de los diferentes acontecimientos. Éstos, más allá de la coyuntura específica que los caracteriza, pueden ser comprendidos mejor en su real dimensión, en tanto seamos capaces de hacerlos desde su perspectiva histórica y cultural, en el contexto de la región y del mundo. El anhelo de la liberación nacional, de la igualdad social y de la realización de la Patria Grande nos alienta a seguir.
Entre la banalidad de los medios de comunicación de capitales concentrados y la superficialidad que suele habitar los centros académicos tradicionales, los grandes mitos del colonialismo cultural se reanudan bajo nuevas formas, en los que la autodenigración del país y de sus fuerzas propias y capacidades, obra como negación de la dignidad de sus luchas pasadas y de la sabiduría de nuestro pueblo. Para la cultura dominante, no hay destino realizable digno para nuestro pueblo.
Las formas del colonialismo cultural renuevan sus ilusiones y confunden, traen conflictos, divisiones, frustraciones y temores. Inhiben la acción. Y sin acción sólo hay lugar para el descreimiento o la crueldad. Preguntarnos por el destino de la patria es preguntarnos por el dolor del presente y la necesidad de comprender y transformarlo. Este acto de comprensión y transformación social al mismo tiempo es el el acto de pensar en nacional y actuar en consecuencias.
Esta situación nos obliga a repensar nuestra condición de maestros de escuela, docentes secundarios y universitarios, escritores, ensayistas, periodistas, hombres y mujeres de la cultura y hacedores del pensamiento en general. A este cuestionamiento, revisión y formación crítica se referían figuras como Frantz Fanon y Paulo Freire y, entre nosotros, Rodolfo Puiggros, Hernández Arregui, Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche.
Pero no es posible leer a Hernández Arregui o a Jauretche como si se trataran de viejos próceres, petrificados en un bronce, sino que se trata de renovarnos nosotros mismos, como colectivo, en la misma realidad presente, junto con su pensamiento, como si ellos sean nuevos cada vez. Como si en la comprensión del presente, se involucre una nueva lectura de cada uno de ellos. Jauretche es nuevo si comprendemos el presente, y si no lo hacemos, de poco sirve haberlo leído y repetirlo de memoria sin sentirlo en su ligazón con la realidad nacional y las necesidades concretas.
El compromiso con las luchas del pueblo no es más que la comprensión de la sociedad en la que vive, sus dramas y de su propia condición real. Una conocida cita de Rodolfo Walsh decía que un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país, es una contradicción andante, y el que comprendiendo no actúa, tendrá un lugar en la antología del llanto, pero no en la historia viva de su tierra.
El protagonismo del pueblo es el verdadero motor de esa historia. Desde las luchas por la emancipación contra el absolutismo realista, hasta los caudillos federales y las soldadescas de las provincias contra el centralismo porteñista y secesionista. Luego las masas populares se expresarán como las chusmas yrigoyenistas, y décadas después con las cabecitas negras del 17 de octubre de 1945. Aquí, cuando se lanzaron decididamente al centro de la capital federal para rescatar al líder con el cual habían lograda las conquistas laborales y abrir cauce a una etapa de independencia económica, soberanía política y justicia social, con nacionalizaciones de las áreas estratégicas de la economía y una defensa internacional de la autodeterminación. Después, las masas populares se expresarán en la resistencia peronista y los estallidos sociales como el Cordobazo, el pueblo en 1973 y, bajo la opresión dictatorial de 1976, con las Madres de Plaza de Mayo y las resistencias de trabajadores como los sindicatos que enfrentaron abiertamente.
Como se dice en la declaración fundante del Centro de Estudios Históricos y Sociales Felipe Varela, nuestra opción es la de pensar convencidos de ese protagonismo popular y comprometidos con el mayor rigor científico en la investigación, el cual no es sólo estadística, curva y cálculo matemático sino también tradición oral y emoción popular. Por eso, aunque la historia suele ser escrita por las minorías elitistas por la rapiña oligárquica, la fuerza de dictaduras y el terrorismo económico, también hay otra historia; esa que surge de las voces de los resistentes, de quienes luchan por la igualdad social en todas sus formas, de clase, género, etnia, cultura, entre naciones; de la memoria del pueblo acerca de sus luchas y esperanzas, de las conquistas logradas con las más variadas formas de organización social, desde las antiguas montoneras, los movimientos nacional populares, el movimiento obrero organizado y el sindicalismo, los movimientos sociales, las organizaciones libres del pueblo y las infinitas organizaciones de base.
Nuestra iniciativa es para una revisión profunda de la historia, con sentido federal, democrático, popular y latinoamericanista, sin oportunismo ni concesiones a los grandes poderes mediáticos y a las academias astutamente ambiguas. A eso también convocamos a quienes compartan esta senda.
Equipo editor
Horacio Chitarroni
Carlos Berman
Javier Azzali
Daniela D'Ambra
Mara Espasande
Iván Jameson
Sebastián Sanjurjo
Javier Scheines
Ramón Scheines